Estás concentradísimo escribiendo.
Te encuentras en uno de esos días en que la inspiración se desborda y pareciera
que te emana por todos los poros de tu cuerpo, pero… de pronto alguien o algo
te interrumpe. ¿Te ha pasado alguna vez?
Hace poco tuve la
oportunidad de volver a ver el clásico de terror dirigido por Stanley Kubrick,
“El resplandor”. Resumiendo, trata sobre un escritor, Jack Torrance, que acepta
irse a cuidar un hotel situado en un
lugar aislado durante los meses que dura el invierno. Acepta principalmente porque quiere aprovechar ese tiempo de
reclusión para escribir. El hotel estaría totalmente desierto excepto por él,
su mujer —Wendy—, y su hijo —Danny. Pero pronto comienzan a suceder cosas
extrañas que revelan que hay una historia muy oscura en el pasado de aquel
establecimiento. Eso unido a que tanto tiempo de encierro comienza a trastornar
al escritor haciéndolo perder toda noción de la realidad.
Una escena de esta
película llamó especialmente mi atención y a pesar de ser de terror, el
ambiente muy lúgubre y la tensión cada vez mayor, no pude evitar desternillarme
de la risa cuando la vi. Es la escena en que la mujer de Jack Torrance lo
interrumpe precisamente cuando está teniendo un momento de inspiración. Me dio
risa no por la crudeza del evento en sí, sino porque me identifiqué un poco con
la situación y recordé cuánto me molesta que me distraigan cuando estoy
escribiendo.
— Lo que sigue es un resumen de la escena de “El
Resplandor” —
El sonido de las teclas
de la máquina de escribir rompe el silencio en el amplio salón del hotel
desierto. Jack Torrance parece muy concentrado mientras escribe una de las
páginas de la historia en la que ha estado trabajando últimamente. Su esposa,
Wendy, se le acerca:
—Hola, cariño, ¿Cómo va
eso?
Jack deja de teclear.
Ella lo besa y se queda de pie a su lado.
—Bien… —responde él
secamente y retira de un tirón la hoja del rodillo de la máquina de escribir.
—¿Has escrito mucho hoy?
—Su voz es aguda y cariñosa.
—Sí…
Él se le queda mirando
por unos segundos, con cara de pocos amigos. Se pregunta por qué ella mantiene
esa estúpida sonrisa.
—¿Qué quieres que haga
respecto a eso? —dice en voz baja, conteniéndose.
—¡Ah! Vamos, amor, no
seas tan gruñón.
—No es que sea gruñón... es que quiero terminar mi trabajo. —Disfraza la ira con una sonrisa.
—Sí, claro… ya entendí
—dice Wendy, sonriendo—. Volveré más tarde y traeré unas sándwiches. Así tal
vez me dejes leer algo de lo que has escrito.
Jack la calcina con la
mirada. Entrecierra los ojos y se voltea hacia la máquina de escribir.
—Wendy —carraspea—,
déjame explicarte algo. Cada vez que vienes aquí y me interrumpes, rompes mi
concentración. ¡Estás distrayéndome! —Mientras dice esto se da una palmada en
la frente. A seguir, toma el grupo de hojas que había escrito y las hace
trizas—. Y siempre me toma mucho tiempo volver al punto en el que estaba —Tira
los trozos de papel al suelo—, ¿entiendes?
Ella lo observa con cara
de susto.
—Sí… —susurra. Ya no
ríe.
—Bueno, entonces
implantaremos una nueva regla. Cuando yo esté aquí… —Se pasa la mano por la
cabeza— y escuches que estoy tecleando… —Con cara de burla y una sonrisa
irónica, presiona vigorosamente algunas teclas— o aunque no me escuches teclear
o lo que rayos me escuches hacer aquí, mientras esté aquí, eso significa que
estoy trabajando y significa que: ¡no puedes entrar! —Bajando la voz y
lanzándole una mirada inquisitiva— ¿Crees que puedas entenderlo?
—Sí… —dice Wendy cada
vez más perturbada. Da la impresión de que en cualquier momento estallará en
lágrimas.
—Bien… —Le señala el
camino por donde había venido— ¿Por qué no empezamos ahora y te vas al diablo?—
Finge una sonrisa.
—Claro… —contesta Wendy
aún en shock.
Da media vuelta y se
marcha, cabizbaja.
— Fin de la escena —
Por supuesto, la anterior situación es un ejemplo llevado al extremo de lo que significa para un escritor que lo interrumpan mientras trabaja.
Muchas veces quien
interrumpe (amigos, familiares, etc.) no lo hace a propósito. Por lo general se
debe al hecho de que no entienden que para un escritor la concentración y la
paz son muy importantes.
Escribir y
posteriormente revisar lo que se ha hecho son actividades que requieren mucha
atención. Un ejemplo: estás buscando un término exacto, ese que le dará el
toque de gracia a aquel párrafo o relato que estás a punto de terminar, y de
momento te interrumpen pidiéndote o diciéndote algo. Se rompe la magia. Ese
ambiente que lograste crear se esfuma.
Ese momento del día en
el que decidimos sentarnos a escribir debería ser sagrado y en buena forma,
¡jamás como lo hizo Jack Torrance!, deberíamos hacerle entender a nuestros
familiares y amigos que necesitamos toda la tranquilidad posible.
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